Elogio a las Orquídeas

Miguel Bonilla

El amor y la armonía se congregan de la manera más diáfana como cuando dejamos que una orquídea nos elija. El corazón canta, la alegría danza y el resplandor de una sonrisa baila.


Así la esperanza y los sueños nacen al amanecer para ver una orquídea florecer.


Empezamos a construir una relación social tejida por el cariño, el coqueteo y la ternura de ser únicos e irrepetibles para esa planta. Un paraíso sin sombras, un idilio eterno, porque de vez en cuando una orquídea nos está llamando a florecer.


Compartimos con las orquídeas porque comparten con nosotros. A veces nos atrevemos a decir que salvamos está orquídea, cuando ella nos salvó. Todo lo que nos salva no puede desaparecer, y de la orquídea el milagro de la vida vuelve a florecer.


Entendemos lo intrépida que puede ser una planta cuando sus raíces se arraigan a los sueños juveniles, sus tallos erigen deseos sublimes, y unas delicadas hojas  brillan de esperanza ante unas flores que cautivan hasta el más frío corazón.


¿Quién pudiera hacer una orquídea florecer?


El despertar de la timidez de un niño nos enseña que la inocencia de la cercanía y el cuidado de la vida, pueden los días transcurrir hasta cuando podemos ver una Orquídea florecer.


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Miguel Macgayver Bonilla Morales
CorpOrquídea Academy
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